“Que encontréis la salida”. Es la única frase que recuerdo de aquel encuentro con el Señor del bosque. Al principio no le tomaba en serio, apenas le escuchaba, pero esas palabras se conectaron directamente conmigo. Sentí como mi interior mas secreto se estremecía de miedo a lo desconocido, a que el Señor del bosque pudiera encontrarme allá donde siempre me pierdo, y de alivio, porque la soledad desapareció por un momento. Sabía que había una puerta diferente pero no que alguien mas la había buscado y además encontrado. Por un momento deseé dejar a todos y dedicarme solo a él, a compartir mi pequeño mundo en el que estoy sumergida, pero me di cuenta de que podría ser más interesante emprender el camino de búsqueda yo sola. Ya me había dado una señal, una guía. El paseo hacia la puerta es diferente para cada uno porque cada uno llevamos nuestro propio mapa. Incluso algunos no lo tienen o lo han perdido. O simplemente no pueden imaginar que haya otra escapatoria, otra forma de percibir la vida, la experiencia, otra forma de disfrutar del momento. A veces la risa no es la única manera de sentirse vivo. Una carcajada puede estar tan vacía que desaparece al mismo salir al entramado espacio tiempo llevándose con ella el fondo de aquellos que sí saben perderse en su propia realidad, llevándose sus ilusiones de creer que están en lo cierto, que algún día esa puerta se abrirá ante ellos como un regalo inesperado en ese momento y esperado en la eternidad.
Continué con mi viaje con mi cabeza ocupada por la idea, a la vez que sorprendida, de que estaba sola en aquel momento, pero con la esperanza abierta como una flor que acaba de nacer sabiendo que aunque está en el desierto el viento puede hacerla comunicarse con otra de ellas en algún punto cualquiera de una ribera. Pero aquella noche los demás seres me abandonaron en el silencio. Solo la oscuridad de la noche guardaba mi llave a la libertad, mostrándome, sólo a mí, los verdaderos colores de los que está hecha, la gran inmensidad de sus fauces, las mismas con las que otras veces me asusta. El cielo sabía que estaba sola. Las estrellas sabían que para mi eran algo más que un punto inalcanzable. Se acercaron para llevarme lejos de aquel lugar en el que la superficialidad se adueñaba de hasta la propia naturaleza. ¿Cómo no ver mas allá de lo que se percibe?
“Que encontréis la salida”. Una vez mas dando vueltas en mi cabeza, fluyendo entre los vasos del plasma de las sensaciones.
lunes, 28 de enero de 2008
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